jueves, 23 de octubre de 2008

EMERGENCIAS EN EL TERCER MUNDO

Hoy me gustaría plantearte un ejercicio de concentración. Te propongo que imagines que despiertas una mañana y te has convertido por arte de magia en un habitante de un barrio pobre de Etiopía, país situado en el cuerno de África. Tu nombre es Berhanu y te dedicas a construir casas de adobe en un pequeño pueblo llamado Dire Dawa. Lo poco que ganas lo dedicas a la alimentación de cuatro niños que ya corretean por tu pequeña chabola, y a la de un quinto que está por venir y que tiene a tu mujer Fikre postrada en la cama y sin poder trabajar, dependiendo tan sólo de tu salario.

Un desafortunado día, resbalas al intentar subir a un tejado con una escalera de madera, y te desplomas en el suelo. El dolor es insoportable. Tu compañero examina tu pierna y te dice lo que ya imaginabas, acudiendo de inmediato a pedir ayuda. Tu extremidad está posiblemente rota y además casi no puedes respirar. Estás perdido. La situación es desesperante. No tardas mucho tiempo en escuchar un extraño ruido. Una motocicleta se aproxima y sobre ella un jóven que trae a tu compañero de paquete, y un curioso remolque enganchado detrás. El dolor no te deja pensar, cada vez se hace más fuerte.

Motoambulancia utilizada en zonas pobres de áfrica

Horas más tarde, despiertas desconcertado. Tu compañero te explica que estás en un hospital de la Cruz Roja asentado en la capital del país, Addis Abeba. Te cuenta que el jóven de la motocicleta se llama Sellassie y meses antes había sido formado por Cooperación Internacional de la Cruz Roja, quienes le dejaron aquel extraño artilugio, enseñándole que si lo enganchaba a su moto, podría transportar rápidamente al Hospital a toda aquella gente que sufriera alguna herida grave. Te das cuenta de que has tenido mucha suerte. Lo que te está contando tu compañero es toda una novedad, sobre todo en un pequeño pueblo como es Dire Dawa. Te ha salvado la vida. Entonces, tu mente retrocede veinte años en el tiempo, recordando la muerte de tu padre. La mordedura de una serpiente le había postrado en la cama durante varios días, y el desenlace fatídico había sido inevitable. No había medios para llevarle al único hospital del país, por lo que la muerte por una causa como aquella, era vista como algo muy usual en la zona.


Otro modelo de motoambulancia en aldea africana

Los cuidados que te dispensan en el hospital son buenos. Voluntarios de cruz roja trabajando codo a codo con autóctonos de la zona previamente entrenados. En pocas semanas te recuperas y puedes volver a tu trabajo, agradecido por un avance que se te ha cruzado en tu camino, quizás permitiendo la supervivencia de cuatro niños y otro a punto de venir. Sin tí quien sabe lo que podría haber sido de ellos.
Un día no muy lejano, pensarás en cómo serán las motocicletas que usan para llevar heridos al hospital en los países que tu llamas "ricos del norte". Quizás sean motos más grandes y más nuevas, y los remolques para transportar a la gente, más cómodos. -¡Qué mala suerte! -piensas. -¡Yo no elegí nacer en el cuerno de África!-.
Querido lector, ya puedes regresar a la realidad. Vuelves a ser un ciudadano de un país occidental, con todas las comodidades y protecciones. Sólo te pido un último esfuerzo. Un último ejercicio. Que reflexiones, para que Berhanu y sus cinco hijos vuelvan a tener una oportunidad si algún día un desgraciado resbalón en una escalera de madera, les deje desvalidos necesitando una asistencia que tú, en tu país occidental, das por sobreentendida.

Ambulancia del mundo occidental

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